martes, 1 de julio de 2008

Memorias de Burundi


No puedo seguir viviendo en la mentira de que soy africana, de que mi piel es negra como el mismo betún tapapelo. No fui una buena esposa y el me lo dió todo...¡Y por tantos sitios! Yo solo le correspondí con malos gestos e infidelidades cayuqueras ¿Pero qué sabía yo del amor? Una triste meretriz que un día quiso ser presidenta de Intermon Oxfam y terminó con arena del desierto hasta en el duodeno. Ahora comprendo por qué no debí huir: porque al otro lado del estrecho está mi otra mitad al que quiero con todo mi ser y no solo por las noches tan hermosas que me ha regalado su bajo vientre, ni por los círculos que ha hecho su ombligo en el mío sino porque me amó. Aprovechando que Bermauntier, biógrafo y amigo, está allí iré a su reencuentro; espero de todo corazón que para cuando vaya, se me haya tiznado la piel como la de un deshollinador y entonces pueda con-pene-trarme en la tribu, danzar con pies descalzos alrededor de una fogata y que dado el momento, él me pida matrimonio. Entonces el día de la boda me uniré a él en base al amor, el respeto y el fornicio diario. Ya puedo ver a todos los aldeanos congregados en torno a la capilla que contruyó Manos United, con sus taparrabos de etiqueta y yo entrando con mi con un velo de leopardo y con unos tacones como los de la Veneno... me resulta dificil imaginarme a Berma en taparrabos pero seguro que al final mi suegra le hará uno y pasará por un niño saharaui más. Ay Berma, espero que hayas vigilado su alcoba día y noche para que ninguna Naomi Campbell se haya metido en nuestro lecho pre-matrimonial, de lo contrario, no habría boda y mis sueños acabarían como todos los profilácticos que usé con Mandingo: rotos.